Aporreadas, a hachazos o a tiros. Lo importante es su piel, su grasa e, incluso, sus penes. Productos de lujo convertidos en dietéticos y afrodisíacos para el mercado occidental y asiático. Una moneda de cambio para Canadá, escenario principal de la mayor carnicería de mamíferos marinos del planeta.
La forma más efectiva de acabar con esta matanza sin escrúpulos es prohibir el comercio exterior de todos los productos derivados de las focas. La Unión Europea aprobó en 2006 una resolución histórica que solicitaba la prohibición de productos de éste mamífero. No obstante, es necesario que cada país europeo, unilateralmente, rechace el comercio de estos productos animales para hacer efectiva la resolución.
En los últimos dos años, Holanda, Austria, Bélgica, Croacia e Italia han prohibido tal matanza. Y lo mismo ha sucedido al otro lado del Atlántico con México, Panamá, Groenlandia y Sudáfrica junto con Estados Unidos. Reino Unido, Francia y Alemania mantienen el proceso en marcha.
A España no parece preocuparle por ahora tal asunto. La Fundación Altarriba junto con The Human Society Internacional, ambas pertenecientes a Protect Seals Network, intentaron por medio de Rebecca Aldworth -una de las principales figuras públicas contra esta matanza y testigo directo in situ desde hace nueve años- hablar con todos los grupos parlamentarios españoles para prohibir el comercio de productos de focas el año pasado. El gobierno español no se interesó en absoluto en hablar de estas matanzas.
Contra la carnicería anual de focas recién nacidas en el Artico.
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