La decisión del Gobierno francés se basa en la revisión científica que ha llevado a cabo su autoridad sobre la materia. El comité científico asegura que hay datos que no se conocían en 1998 que demuestran que "la dispersión del polen alcanza distancias kilométricas", estos resultados demuestran que es imposible garantizar que no se produce "polinización cruzada", que una planta transgénica polinice una tradicional. Esto puede arruinar a los agricultores ecológicos, a los que se les exige productos libres de transgénicos.
El estudio del Gobierno francés resalta también que hay "posibles efectos tóxicos adversos a largo plazo sobre las lombrices, los isópodos, los nematodos y las mariposas monarca". El informe cita estudios científicos de los últimos dos años en los que se demuestra que la toxina que produce el maíz ha aparecido "en la cadena trófica" es decir, que acaba afectando a insectos para los que en teoría la toxina no debería tener actividad.
Por último, el informe sostiene que faltan estudios sobre la toxicidad a largo plazo sobre el hombre y la persistencia de la toxina en el medio ambiente. Francia se suma a Alemania, Austria y Hungría, que ya vetaron este maíz.
España es el líder europeo en el cultivo de la planta, llamada Mon 810, diseñada por la multinacional Monsanto, cultiva 75.148 hectáreas de maíz modificado genéticamente contra el taladro, hay autorizadas 55 variedades de Mon 810. En 2004 había 22 variedades aprobadas y el Gobierno socialista ha autorizado más de 30.
Frente a las promesas de la industria de los transgénicos, se denuncia los peligros e impactos de su introducción en el medio ambiente y en nuestros platos. Otra vía de introdución es a traves del consumo de carne, huevos o leche, puesto que los animales son alimentados con cereales modificados genéticamente.
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