El Año Internacional de los Idiomas empieza con un dato para pensar: cada quince días deja de hablarse una lengua y en un futuro próximo desaparecerán la mitad de los 6.700 idiomas hablados.
Más allá de un conjunto de signos, una lengua está estrechamente ligada a la identidad de un pueblo, a sus maneras de comunicación y a cuestiones como la educación, el desarrollo y la integración social, cuando una lengua se extingue, se empobrece el tejido rico de la diversidad cultural. Se pierden también posibilidades, tradiciones, memorias, modos singulares de pensamiento y expresión, recursos valiosos para lograr un futuro mejor.
La tribu amazónica akuntsu es un ejemplo claro de esta situación. Sus seis miembros podrían pasar por una familia pero en realidad son todo un pueblo. Hace poco más de diez años, los funcionarios del Gobierno brasileño contactaron con ellos y hoy día su tierra está legalmente reconocida. Sin embargo, la extinción de este pueblo avanza debido a la presión de terratenientes y criadores de ganado. “Nadie ha aprendido la lengua akuntsu y por eso es dificil para ellos expresar sus necesidades y contar su historia”, denuncia la organización Survival.
Para promover muchos de estos idiomas, personas con lenguas minoritarias a título individual y organizaciones sociales llevan a cabo iniciativas de todo tipo. En Internet, por ejemplo, encontramos un diccionario guaraní-castellano-portugués-alemán, blogs que promueven el quechua e iniciativas que apuestan por el software libre también en quechua.Fuera de la Red también se llevan a cabo iniciativas, como la que impulsan en Chile las Escuelas Universitarias de Trabajo Social y Educación Social Pere Tarrés y la Universidad Tecnológica Metropolitana de Santiago de Chile. En la región de Bío-Bío, los dos centros universitarios apoyan a comunidades locales mapuches a través de formación de educadores comunitarios, recuperación de técnicas ancestrales y la revitalización de su lengua.
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